¡Atención Sras. y Sres.…Dejo hoy con Uds. al Inicio del año Escolar en: “Dale campeón, dale…”!

por | Mar 18, 2024

El anhelo

En ocasiones los padres preocupados por sus hijos para que terminen “la tarea” se agregan (o los agregan sin previo aviso) a los grupos  de WhatsApp para coordinar entre apoderados los materiales, plazos, etc. de manera que nada falle, que no queden vacíos, que no se vea ninguna falta.

Sin menospreciar el anhelo natural de los padres por los buenos resultados académicos de sus hijos, se percibe como si existiera un “a como dé lugar” en las tareas de crianza que deben llevar a cabo. Este “a como dé lugar” es sutil, es como una especie de “radiación de fondo cósmica”; es decir, algo que emerge pero que no se ve a simple vista pero que está presente actuando constantemente y que, si la sintonizamos, puede ayudarnos a realizar un análisis distinto (entre muchos otros posibles) a la educación de los hijos en estos tiempos. Pero no solo a la educación de ellos, sino también para reflexionar sobre qué implicancias tiene para los padres a nivel más inconsciente -por decir algo- este anhelo por el éxito de ellos. Es lícito pensar que pareciera que hay un intento de reparar lo propio y un hijo o hija permiten “pagar alguna deuda” con nosotros mismos. Sobre esto, trataremos de volver más adelante.

La carrera: primera vuelta

Quisiera proponerles un juego, que nos atrevamos a jugar en serio (como los niños que cuando juegan lo hacen en serio). Muy bien, imaginemos -sintámonos por un momento ahí, tratemos de hacer el esfuerzo – que estamos en un escenario, uno muy grande, tan grande que abarca todo lo que nos rodea es como si fuese el escenario de la vida. En la escena, vemos padres y madres que corren como si de una carrera sin pausa se tratara. Como espectadores los vemos correr, tropezar una y otra vez, levantarse y volver a tropezar. Es una carre contra reloj, contra la campana. Entre competidores se van preguntando ansiosamente de allá para acá, de acá para allá, no saben por qué preguntan ni qué preguntar, pero saben que están contra reloj, contra el reloj de la vida. Hay que correr para que nuestros hijos no se queden atrás en la carrera por el éxito -dice uno que casi va primero-. Sí, el éxito es la meta. El fracaso es de perdedores se dicen así mismos mientras suben y bajan y vuelven a tropezar, pero no importa, hay que llegar a la meta.

Pausa

Volvamos por un momento a la realidad, dejemos el juego y sus competidores para pensar en lo interesante que resulta detenerse en la preocupación sobre el fracaso educativo. Pareciera que algo más que solo esperar lo mejor para ellos se pone en juego en esta urgencia de los padres.

A veces los padres, dentro sus tareas importantes es lograr que sus hijos puedan ser “competentes” y “exitosos” en el colegio, exigiendo (aunque no lo reconozcan) buenas calificaciones o creyendo -ingenuamente- que un buen establecimiento educacional (por lo general que no sea un colegio público) garantizará el éxito para sus vidas; de ahí esta costumbre de los últimos 10 años más o menos de las personas con menos accesos y/o recursos económicos que acampan afuera de los colegios dos o tres días antes de abrir los cupos o sobre cupos para conseguir una posible matrícula, las cuales -en todo caso- suelen ser escasas. Estos padres al ser entrevistados, manifiestan que esperan que sus hijos o hijas puedan asistir a un buen centro educativo y de esta manera lograr conseguir aquello que ellos no tuvieron: “una oportunidad en la vida”. Esta realidad no exime a los padres de posiciones más acomodadas; pero, esto da para otro texto y momento donde se pueda discutir sobre problemáticas como la ética y la justicia.

Pareciera que hay una tarea que actúa en automático -por no decir inconsciente- en las familias; que su hijo termine con un buen NEM (notas de enseñanza media) y así puedan rendir una buena prueba para acceder a una carrera profesional y de esta manera poder estudiar en la mejor universidad, etc. Lo anterior, nos ubica en otra cuestión no menor; sostener la creencia que la universidad es el único salvavidas para el futuro (tal vez en países como los nuestros, la meritocracia es un poco más esquiva).

Ahora bien, cabe mencionar que lo competitivo no viene sólo de la casa, ni del colegio, puesto que vivimos en un modelo social y económico que pondera la competencia y el éxito como valores referenciales. De hecho, el sistema educativo explicita los conceptos de “logros”, “resultados”, “éxito”, “mediciones”, etc. Estos conceptos seguramente vienen más de otras disciplinas que de la educación. En todo caso, las “competencias” pueden cobrar un sentido completo cuando hay noción de uno mismo y del lugar que se habita (es interesante hablar de habitar pues la moral viene de la palabra mores que está referida a morar o habitar. Pero esto ya quedó dicho, hablar de justicia y ética es para otro momento).

La ansiedad y el por_venir

¡Qué difícil es criar cuando se mezcla lo propio (las propias experiencias) con las posibilidades puras y legítimas de ellos!. Hay mucha energía psíquica en esa acción y por lo tanto un desgaste. Esto suele quedar como en un bucle de ansiedad, ésta en términos simples es vivir aquello que no ha llegado como si ya estuviera presente, pero no está. De ahí que la ansiedad es el problema del “por venir”, es decir, del tiempo verbal más incierto de todos: el futuro.

En ocasiones, es este porvenir que nos atrapa y nos vuelve exigentes, pues es nuestra ansiedad puesta en ellos (como depositada en ellos). Ojalá que los ayudemos a mostrar lo mejor de sí (que no es solo su rendimiento escolar) y para ello, siempre será bueno dejarlos equivocarse (y no angustiarse por ello).

La carrera: segunda vuelta

 Volvamos por unos poco minutos nuevamente a imaginar que estamos en el escenario, el escenario de la vida. Ahora, de alguna manera extraña, nos vemos más cerca de los personajes, y a ratos sentimos que nos “con_fundimos” con ellos, y hasta nos vemos repitiendo las mismas palabras. La escena es una carrera de fin de semana. (Nos) vemos a los participantes corriendo nuevamente. Esta vez, corren con sus hijos, los llevan a clases de deporte y luego acto seguido y sin detenerse a las clases de inglés y aunque muchos pequeños se resisten y alegan, no los escuchan porque hay otras voces como ecos que resuenan en ellos “¡es muy importe que aprendas inglés!”. Pero esto no acaba acá. Toca seguir corriendo contra el reloj, y vemos que llegan a la academia para aprender un instrumento musical, ¿cuál?, da lo mismo, lo importante es que tenga las competencias artísticas que yo no tuve -dice un padre mientras corre-. Todos corren y parece que por momentos también somos esos corredores de allá para acá y de acá para allá.. no importa el cansancio de todos, está bien, ¡mi hijo/a puede! -se dicen los padres nuevamente-, mis hijos pueden y se repiten así mismo pero en silencio automático una y otra vez como si se tratará de un ring, lo animan exclamando con fuerza desde fuera del ring, el ring de la vida: ¡dale campeón, dale!.

**No es necesario leer
Cuestiones pendientes o la filosófica

De qué manera la “institución colegio” ayuda a pensar en estos asuntos a sus estudiantes y a la comunidad educativa. Seguramente no lo hace. Hay una máxima que reza así en la biopolítica Foucaultiana: “toda institución reproduce la enfermedad que trata de curar”. De ahí que el hospicio produce más locura, la cárcel más delincuencia, la religión más odio y guerras y el colegio, pues bien, el colegio más ignorancia.

Mauricio Pizarro Castillo

Mauricio Pizarro Castillo

 

Psicólogo Clínico y vocacional.
Especialista en Análisis Institucional y procesos de Grupos.
Magister en Educación en currículum y evaluación.
Profesor de Filosofía y Especialista en Inclusión Educativa.
Creador de la Fundación Abriendo Caminos para la inclusión Social
Creador de la Clínica Educativa para el desarrollo y análisis de los procesos de formación en educación.
Director de Círculos Grupales: diálogos, reflexión y masculinidades.
Es Jefe del Centro de Desarrollo Integral de la Liga Chilena contra  la Epilepsia.

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